miércoles, 22 de julio de 2009

Treefingers: Llamémoslo Valentía


Una vez fui ciego. Creí tener razón en todo lo que pensaba. Mi primera esposa, luego de seis años y pico, me abandonó por una mujer de la cual se enamoró. Lo hizo porque, en seis años, ni siquiera recordaba el color de sus ojos. Lo hizo porque creí conocerla mas de lo que ella se conocía a sí misma. Lo hizo porque hice de ella un objeto de satisfacción, y vi en ella todo lo que quería ver, sin fijarme en lo que ella realmente era. Tenía razón: era un ciego.

Conocí a una chica. Y me casé con ella. Creí que me amaba. No vi que se casaba conmigo porque buscaba escapar de su papel de amante, de tercera en otra relación. Y una vez que no tuvo impedimentos para ser mas que una simple tercera en esa relación, una vez que logró ser más que eso, me abandonó. Se fue con la presa que su rival soltó. Me usó. Y me dejé usar, porque estaba ciego. No vi que, más que amarla, lo que buscaba era huir de mi soledad. Lo que buscaba era satisfacer mi necesidad de sentirme querido.

“A veces no te das cuenta que has cruzado una línea hasta que estás del otro lado. Claro que para entonces ya es demasiado tarde...”

Sin embargo abrí mis ojos. Comprendí que Dios no me odiaba, que era yo el ciego, el único responsable de que estas decepciones pasaran. Y perdoné. Comprendí que no puedo culpar a los demás del “amor” que sienten, cómo lo sienten, cómo lo definen. Soy amigo de mis ex-esposas, y sus respectivas parejas. Y no odio a nadie, no soy un resentido, porque todos somos diferentes. Al abrir mis ojos, pude ver.

De nuevo estoy casado, pero ahora más que mendigar amor, doy amor... Y si algo desagradable me llegara a pasar, comprenderé que la culpa no es de Dios. Y le doy gracias por darme un corazón lo suficientemente valiente como para poder luchar conmigo cuando me agobian mis pesares, y seguir adelante, porque la vida continúa...

No hay comentarios:

Powered By Blogger